En 1987, un estudio longitudinal de 40 años siguió a niños de familias de clase media y midió sus personalidades y temperamentos tempranos. Aquellos que eran emocionalmente volátiles, propensos a la ira y con baja estabilidad emocional tenían más probabilidades de experimentar movilidad descendente. A mitad de vida, su estatus ocupacional coincidía con el de sus compañeros que habían crecido en hogares de clase trabajadora. En otras palabras, la volatilidad emocional temprana predecía resultados profesionales a largo plazo más débiles, incluso cuando los niños comenzaron en entornos más favorecidos.