Cuando llegó ChatGPT, abrió la definición de inteligencia. Durante décadas, la inteligencia significaba resolver problemas difíciles o almacenar conocimiento. Pruebas de coeficiente intelectual, SAT, ajedrez. Pero ChatGPT muestra algo diferente: la inteligencia como interacción. No lo sabe en el sentido humano. Genera respuestas bajo demanda. Y, sin embargo, la experiencia se siente inteligente porque es receptiva, contextual y útil en el momento. Ese es el cambio. La inteligencia ya no se trata de lo que se almacena, se trata de lo que se puede sacar a la luz cuando sea necesario. La capacidad de sintetizar miles de millones de ejemplos y ofrecer algo coherente, al instante. Es fácil llamar a esto "falso". Pero mira más de cerca. La mayor parte de lo que etiquetamos como inteligencia humana, como escribir un artículo, responder una pregunta o incluso dar consejos, es rendimiento. Se juzga por la producción, no por el misterio de cómo lo produjo el cerebro. ChatGPT acaba de exponer ese hecho. El peligro es aferrarse a tarjetas de puntuación obsoletas. Si definimos la inteligencia solo como memoria o toma de exámenes, las máquinas ya "ganan". Pero si lo definimos como juicio, gusto y valores (la capacidad humana de elegir lo que importa), entonces ChatGPT no está reemplazando a los humanos. Nos recuerda lo que realmente es la inteligencia.
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