En las brumosas montañas de Tokushima, Japón, un hombre llamado Takeshi construyó un paraíso escondido: una posada de cedro junto a un río tranquilo, donde las comidas bailan con las estaciones y el silencio cura el alma. Pero su sueño era morir detrás de un sitio web de la era de 2005 que nadie podía usar. Entonces, un día, todo cambió. 😲
@cot_research Las reservas comenzaron a llegar desde Seúl, Berlín y Toronto. El sitio en sí no había cambiado. ¿Qué hizo? Una IA aprendió a leerlo como un humano. Google Hotels se conectó a un agente llamado TinyFish, que convirtió ese viejo HTML en un embudo de reservas global.
Pero esta no es una linda historia de viajes. @Tiny_Fish está cerrando silenciosamente lo que yo llamo la brecha de automatización. Ese es el agujero negro donde las empresas de la lista Fortune 500 queman $$$ pagando a los humanos para que rasquen, resuman y comprueben la cordura de los datos web desordenados mientras lugares mágicos como el de Takeshi permanecen ocultos
Los nanoagentes de TinyFish navegan como profesionales, convirtiendo la Internet no estructurada en una base de datos en vivo con capacidad de búsqueda. Los mismos agentes que llenaron la posada de Takeshi también pueden predecir quiebras leyendo señales web sutiles o alimentar el seguimiento de la competencia en tiempo real de DoorDash
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