El gerrymandering ilustra cómo la automatización en la política puede ser mejor que la discreción. Si le das a una legislatura el poder de dividir las cosas como deseen, lo harán de maneras que beneficien al partido local dominante. Una mejor alternativa es que un algoritmo dibuje los distritos en su lugar, revisando regularmente para mantener los escaños en un territorio alineados con el voto popular (para que, por ejemplo, cuando el 40% de los californianos voten por el GOP, el GOP obtenga el 40% de los escaños de la Cámara para California). Bitcoin obedece a un principio similar. En lugar de delegar la política monetaria a autoridades de confianza, automatiza esa política de maneras altamente predecibles y revisa regularmente (es decir, el ajuste de dificultad) para mantener las cosas alineadas con lo que se espera. Los resultados no tienen que ser óptimos para que este sistema sea superior, nota; porque no hay garantía de que esas partes de confianza implementen políticas óptimas, ¡y a menudo fallan en esta tarea! El mejor argumento a favor de la política automatizada, entonces, no es que siempre y en todas partes sea lo mejor, sino que típicamente es lo mejor.